Una buena manera de hacer que los estudiantes se impliquen
en su propio proceso de aprendizaje es hacerles partícipes de las decisiones
que se toman al respecto. Esto enlaza con el deseo básico de “aumentar las
posibilidades de acción” en palabras de José Antonio Marina y, por
consiguiente, es motivador.
Es evidente que no son ellos los que tienen que elegir los
contenidos que van a formar parte del currículo, ni siquiera padres y
profesores tenemos ese poder; sin embargo, hay un margen con el que podemos
trabajar.
Hemos comprobado que, si realmente queremos que los alumnos
sean responsables, hay que darles responsabilidad. Eso no significa que los
adultos dejemos que ellos manejen las situaciones de aprendizaje, sabemos o
creemos saber que hay cosas que deben aprender para crecer y tener una base
para el futuro, aunque ellos ahora no vean cuál es su utilidad.
Para un docente, sería un caos dejar el control del aula a
los alumnos. Ahora bien, es efectivo plantear determinadas cuestiones de manera
que sean ellos los que elijan, del mismo modo que en la entrada anterior
comentábamos la necesidad de explicar al estudiante las razones por las que
estudia lo que estudia. Les demostramos que son parte afectada en su educación
y que de las decisiones que ellos tomen dependerá la educación que reciban.
¿De qué se trata entonces? Pongamos algunos ejemplos:
·
Seleccionar varios tipos de ejercicios para que,
tras explicar cómo se realizan, cada alumno escoja el que quiere hacer.
·
Proponer tareas obligatorias y optativas (estas
últimas se debe intentar que sean muy atractivas para lo que tendremos en
cuenta los intereses personales de los alumnos que tengamos en cada momento).
·
Pedir trabajos con temas diversos para elegir o
permitir que cada uno elija el suyo.
·
Crear grupos de trabajo cooperativo en los que
sean ellos mismos quienes organicen las diferentes tareas de un modo equitativo
pero de acuerdo con las preferencias de cada miembro del grupo.
·
Dejar que sean los alumnos los que decidan si
quieren realizar una determinada actividad individualmente, por parejas o en
grupo.
·
Preguntar qué tipo de actividades, de refuerzo o
de ampliación, prefiere resolver cada alumno según las necesidades que ellos
consideran que tienen.
·
Proporcionar una lista de lecturas seleccionadas
para que los alumnos escojan cuál quieren leer.
En todos los casos, eso sí, se han de dar pautas claras
sobre lo que esperamos de los ejercicios, cómo se tienen que realizar y
resolver y qué parte les corresponde a ellos decidir. Seguro que se os ocurren
muchas más posibilidades. Nos encantaría que las compartierais.
Si necesitáis alguna aclaración o el desarrollo en mayor
profundidad de algunas de las ideas que os proponemos, no dudéis en pedirnos
más información a nuestro correo electrónico
compass.info@gmail.com.